Languidez

by - septiembre 20, 2010

Definitivamente no había duda alguna, me encontraba tan sorprendida puesto que estaba llorando, por un momento pensé que las lágrimas que se deslizaban por mi rostro eran parte de la lluvia, pero no era así. Mis manos se encontraban más frías de lo habitual y mi rostro palidecía tan solo con recordar.

Seguía teniendo esas palabras atoradas en mi garganta y me preguntaba cual sería tu reacción al terminar de leer la carta que te entregue esta misma tarde; era probable que no entendieras nada de cuanto escribí y cuando por fin lo hicieras seria demasiado tarde.

Empecé a morderme el labio inferior como acostumbro a hacer cuando me encuentro ansiosa, pero lo hice con tanta fuerza que sangró, -Maldición!- exclame por inercia y me percate de que la lluvia se había convertido en una tormenta incipiente.

El frío que recorría y estremecía mi cuerpo se hacia constante, en ese momento anhele tenerte de cerca y estrechar tu cuerpo al mío, sentir ese delicado contacto pero eso era ya ... imposible. Te ansió con alevosía pero día a día te recuerdo con melancolía.

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